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La opresión de género, el racismo, la explotación de los y las trabajadoras y las leyes migratorias sostienen sociedades desiguales.
Estas jerarquías injustas tienen una función en nuestra sociedad capitalista. Ellas crean y perpetúan las condiciones para la explotación del trabajo de las mujeres, migrantes y personas no-blancas, además de su exclusión los espacios de poder y decisión.
Ellas organizan la sociedad para que no reconozcamos el valor del trabajo de cuidado y doméstico y todos los trabajos realizados por mujeres; para que personas negras e indígenas sean discriminadas en el trabajo y en el espacio público; para que personas migrantes no tengan acceso a sus derechos. Ellas justifican leyes y prácticas que discriminan a las trabajadoras del hogar.
Ellas sirven al Estado, que no necesita desarrollar servicios públicos e inclusivos de cuidados, si hay un gran contingente de mujeres que necesitan hacer el trabajo doméstico y de cuidado. Ellas sirven a los grandes empleadores, que pueden contratar a su fuerza de trabajo sin considerar cómo las personas van a cuidar de sí y de los demás. Ellas sirven a quienes les interesan que nuestros países sean desiguales.

Creuza Maria Oliveira, Presidenta del Sindoméstico-Brahia y Presidenta de Honor de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Brasil, habla sobre cómo el sexismo y el racismo en el Brasil son las justificativas para negar a las trabajadoras del hogar sus derechos laborales: