“El trabajo del hogar es trabajo. Las trabajadoras domésticas/del hogar deben tener los mismos derechos que todos los trabajadores.”
Con este preámbulo aparentemente simple pero revolucionario y atemporal, el estatuto de FITH refuerza la base de una lucha histórica de reivindicación de derechos de las trabajadoras del hogar y de la importancia del trabajo que desarrollan para el funcionamiento de la sociedad y las economías nacionales. De este entendimiento colectivo, surgió la historia organizativa de base de las trabajadoras del hogar remuneradas en América Latina en los años 1920, que hasta entonces no eran consideradas ni trabajadoras ni su trabajo un ‘trabajo real’. Eran llamadas chachas, nanas, muchachas, chica, sirvienta, himilla y toda clase de nombres despectivos.
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