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México: Las empleadas domésticas en la Ciudad de México luchan por un trato digno

México: Las empleadas domésticas en la Ciudad de México luchan por un trato digno

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por IDWFED Última modificación 10/11/2015 00:00
Colaboradores: Nina Lakhani/The Guardian
Las desigualdades sociales en la ciudad se evidencian en la situación de las mujeres que se esfuerzan por unos salarios irrisorios y sufren discriminación al trabajar para familias de clase media y alta. Finalmente, tienen su propio sindicato para reclamar cambios.

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México -

Lea el artículo original en su totalidad: Las empleadas domésticas en la Ciudad de México luchan por un trato digno | The Guardian

Extracto:


Marcelina Bautista

Marcelina Bautista se fue a vivir a la Ciudad de México a la edad de 14 años, procedente del sur del estado de Oaxaca. Soñaba con ser abogada pero en su pueblo no había secundaria y sus padres tenían dificultades para mantener a sus 13 hijos.

Llegó sin hablar expañol, sólo mixteco, y comenzó a trabajar como muchacha de la limpieza, vivendo en casa de una familia, encargada además de cuidar a los dos niños, y cocinar para una pareja adinerada que la regañaba constantemente. Aprendió español gracias a los niños, cambió de trabajo tan pronto como pudo, y empezó a aprender sobre los derechos laborales mediante grupos de defensa de la iglesia.

“Tenía que aguantar insultos de personas que creían que eran mejores que yo porque habían estudiado mejor, porque no valoraban lo que yo hacía, porque era pobre e indígena, y ellos tenían el poder. México es una sociedad patriarcal y el clasismo subyacente está muy marcado. La gente con dinero nos contrata, nos insulta, nos trata como personas de menos valor, pero tenemos que agradecerles el trabajo.”

Carolina Hernández

Carolina Hernández tenía 13 años cuando abandonó a su familia en un pequeño pueblo en las montañas del estado de Veracruz, para buscar trabajo en la Ciudad de México. Su cuñado, un hombre mucho mayor, estaba tratando de forzarla a tener una relación sexual y ella tenía mucho miedo. Se fue con una amiga de la familia que había prometido ayudarla a encontrar trabajo como sirvienta.

Los primeros meses fueron espantosos. Hernández había crecido hablando la lengua indígena otomí, y a menudo se burlaban de ella y la llamaban “tonta” por no hablar español. Su primer trabajo fue como muchacha de la limpieza viviendo en casa de una familia de clase media en las afueras del norte de la ciudad. Después de dos semanas de trabajar largas jornadas haciendo la limpieza, lavando ropa y recogiendo el desorden de los niños, se negaron a pagarle.

“La señora me acusó de robo. Yo no había robado nada pero ella puso unas tijeras y dos gelatinas en la bolsa de plástico donde yo guardaba mi ropa. Amenazó con llamar a la policía si no me iba, y no me pagó mi sueldo,” dice Hernández, que ahora tiene 49 años.

María Llanos

María Llanos, de 49 años, originaria del estado de Puebla, también se fue a vivir a la capital a la edad de 14 años con una hermana mayor. Durante años soportó jornadas laborales horriblemente largas, desprecio, y hasta era forzada a dejar a sus propios bebés llorando si había trabajo que hacer, hasta que finalmente encontró una familia decente que la trató con respeto. “Estuve con la familia 16 años y pensé que eran buenas personas.

Luego un día estaba limpiando la estufa y el señor pasó y me tocó, fue muy incómodo pero no sabía cómo reaccionar. Empezó de manera sutil y lenta, pero se fue poniendo peor, hasta que un día me encerró en un cuarto y me empezó a tocar, diciendo que quería una relación.

“Sentí que no tenía ninguna otra opción más que tener una relación sexual con él. Mis hijos estaban en secundaria, me pagaban bien, y ¿qué trabajo podía hacer si me iba? Me quedé seis meses hasta que ya no aguanté y me fui, pero no lo reporté ni le dije a nadie porque en ese entonces yo no entendía qué había pasado.”

Los trabajadores domésticos en México

Existen alrededor de 2.3 millones de trabajadores domésticos en México, incluyendo 225,000 en la capital. Más del 90% son mujeres, a menudo mujeres indígenas que se han ido de sus pueblos rurales a ciudades en otros estados para buscar trabajo. La edad promedio es de 35, pero una de cada cinco, como Hernández, comienza a trabajar antes de la edad legal de los 16 años.

En la Ciudad de México, la gran mayoría ya sea vive en casa de una familia o viaja varias horas cada día en transporte público desde el Estado de México, cuyo crecimiento urbano es descontrolado. En un día con mal tráfico, a Hernández puede tomarle hasta tres horas llegar al trabajo por la mañana.

Al día de hoy, el abuso verbal, físico y sexual de las trabajadoras y trabajadores domésticos es todavía común, y los niveles son preocupantes, de acuerdo con un reciente estudio del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) (pdf).

El estudio reveló que el 14% de las trabajadoras domésticas habían sufrido golpes o abusos sexuales, o bien conocían a alguien más con estas experiencias; los insultos son aún más comunes; 17% ha recibido falsos acusos de robo, y un 17% adicional ha sido víctima de despido injusto.

Las demandas de la Unión

La prioridad del nuevo sindicato es exigir el acceso obligatorio al sistema de seguridad social que le daría a las trabajadoras domésticas el derecho a una pensión básica y mejores servicios de salud.

También presionará al gobierno a ratificar la obligatoria Convención 189 de la Organización Internacional del Trabajo, la cual declara que los trabajadores domésticos tienen derecho, al igual que otros trabajadores, a lo básico: salario mínimo, horas extras pagadas, días libres semanales, paga por maternidad, contratos formales y protección contra el abuso y acoso. México firmó la convención en 2011 pero hasta ahora no la ha ratificado.

Bautista comentó: “No estamos luchando por eliminar el trabajo doméstico, estamos luchando para asegurar que se respeten los derechos de las personas y decirle a la sociedad que somos iguales que todos los demás, que el trabajo que hacemos es valioso, y que no nos deben culpar ni discriminar por ser pobres.” 

Source: Nina Lakhani/The Guardian

Story Type: Story

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